viernes, 20 de marzo de 2015

Ález Grijelmo, "Nace una historia de la semiótica", en Babelia, supl. de el País, 10-III-201%:

Wenceslao Castañares ha acometido este empeño enciclopédico y acaba de dar a las librerías un primer tomo que espera continuar con otro relativo a la Edad Media.

No existe una historia de la semiótica, pero va a existir. Wenceslao Castañares, profesor titular en la Universidad Complutense, ha acometido este empeño enciclopédico y acaba de dar a las librerías un primer tomo —centrado en el mundo clásico (las antiguas Grecia y Roma)— que espera continuar con otro relativo a la Edad Media y un tercero que abarque desde aquel punto hasta nuestros días.

La semiótica o semiología (el Diccionario hace equivalentes estas palabras, aunque hay quien introduce matices distintivos entre ellas) es la ciencia que estudia los signos de los que nos servimos los seres humanos en la vida social. Se atribuye a Peirce y a Saussure el papel precursor en esta materia, a finales del XIX, pero eso no niega que se dieran hallazgos semióticos con anterioridad. Los hubo, y la empresa que acomete el profesor Castañares consiste en ir encontrándolos. Platón, Parménides, Aristóteles, Agustín de Hipona… Aquellos célebres testarudos buscaban explicaciones para todo. Y así como un personaje de Molière hablaba en prosa sin saberlo, ellos hablaban a veces en semiótico sin darse cuenta.

Castañares expresa ya en las primeras líneas su incapacidad para entender algo si no lo observa con una perspectiva histórica. Este libro contiene por tanto un ensayo contra el adanismo, esa manía que consiste en creer que las cosas o las ideas empiezan con uno mismo, como si nadie antes hubiera pensado o hecho algo al respecto.

El lector descubrirá así las reflexiones de Aristóteles sobre una serie de problemas que ahora consideramos semióticos. Porque Aristóteles es el primero que verdaderamente expone una teoría de la significación.

Otro papel central del libro lo encontramos en Claudio Galeno, famoso médico de la Antigüedad pero más resaltado aquí como semiótico, a pesar de que su apellido ha dado nombre común a todos sus colegas. Galeno de Pérgamo fue descubriendo, también sin saberlo, la semiótica en la medicina, para llegar a las causas a través de sus signos. Y decía con razón: “El mejor médico es también filósofo”.

La primera entrega de Historia del pensamiento semiótico ofrece sabiduría y esfuerzo para comprender nuestros símbolos y la manera en que los organizamos. Bebe en fuentes directas, recrea los ambientes más lejanos y analiza la historia con perspectiva. Se trata de una obra innovadora que está llamada a convertirse en obra de referencia.

Historia del pensamiento semiótico 1 (la Antigüedad grecolatina). Wenceslao Castañares. Trotta. Madrid, 2014. 304 páginas. 20 euros

Comentario de texto de "La barca de Simón", de Tomás de Iriarte

La barca de Simón


Tuvo Simón una barca

no más que de pescador,
y no más que como barca
a sus hijos la dejó.

Mas ellos tanto pescaron


e hicieron tanto doblón,

que ya tuvieron a menos
no mandar buque mayor.


La barca pasó a jabeque,
luego a fragata pasó;
de aquí a navío de guerra,
y asustó con su cañón.

Mas ya roto y viejo el casco
de tormentas que sufrió,
se va pudriendo en el puerto.
¡Lo que va de ayer a hoy!

Mil veces lo han carenado,
y al cabo será mejor
desecharle, y contentarnos
con la barca de Simón.

Tomás de Iriarte, siglo XVIII

Observaciones sobre el lenguaje

Simón: Nombre verdadero del apóstol San Pedro
jabeque: Del ár. hisp. šabbák, esquife para pescar con redes), embarcación costanera de tres palos, con velas latinas, que también suele navegar a remo.
fragata, del italiano fregata, buque que de tres palos, con cofas y vergas en todos ellos. La de guerra tenía solo una batería corrida entre los puentes, además de la de cubierta
Se percibe que el autor era leísta ("será mejor desecharle" -al buque-).

Se trata de un texto perteneciente al género didáctico del apólogo. Su autor, el canario Tomás de Iriarte, destaca como uno de los poetas neoclásicos máximos del siglo XVIII y es autor de unas famosas Fábulas literarias, del poema didáctico La Música, de una traducción en verso del Arte poética de Horacio y de un par de comedias neoclásicas, El señorito mimado y La señorita malcriada, entre otras obras. 

Este texto no suele aparecer publicado entre sus obras por apartarse de la ortodoxia católica de entonces. Apareció publicado en Francia por un amigo afrancesado suyo y de Moratín; para Marcelino Menéndez Pelayo es el texto más herético de la literatura española; ahora nos parece un juicio ridículamente estricto, pero en su época solo pudo publicarse, como en efecto se hizo, anónimo en la prensa española (por si la Inquisición) y fuera, en Francia.

Se trata sin duda de una crítica al poder temporal del Papa y a la avaricia de la Iglesia católica. En ese sentido se puede afirmar que se encuentra muy próximo a su Fábula La campana y el esquilón, que critica, desde los supuestos erasmianos reverdecidos en el siglo XVIII,  el demasiado boato y riqueza de la iglesia católica frente a su pobre espiritualidad. 

El texto resume la historia de la Iglesia valiéndose de un símbolo: la barca de San Pedro. La Iglesia fue mi poderosa e incluso "asustó con su cañón", esto es, la Inquisición. La presencia de símbolos en las fábulas de Iriarte ya fue señalada por estudiosos como el fallecido Russell P. Sebold. Aquí la barca no se toma en su sentido horaciano de "nave del estado" ni en el sentido de la "barquilla" individual de Lope de Vega, que viene en el fondo del "Phasellus" de Catulo (IV), sino que su símbolo tiene que ver con el Evangelio: la intertextualidad nos revela que aquí se alude a un famoso pasaje de los evangelios en que Cristo dice a Pedro que venga con él, que le hará pescador de hombres, y "Lo que va de ayer a hoy" evoca la frase hecha que constituye el estribillo de una famosa letrilla satírica de Góngora.

Formalmente, se trata de un romance; dominan las antítesis (...menos ...mayor; ayer... hoy). Hay un encabalgamiento abrupto (desecharle), un doblete (roto y viejo) y tres estructuras bimembres que aprotan ritmo suplementario al texto. También una concatenación (La barca pasó a jabeque...), un par de hiérbatos y alguna variatio.

El texto muestra algunas características propias de la Ilustración:

El hipercriticismo

El reformismo, consecuencia del anterior

Un estilo claro y directo, que maneja una estrofa tan castiza y natural como el romance.